lunes, 5 de abril de 2010

Agradecimiento a las truchas




Son muy curiosas las formas que tiene de sorprendente la vida.

Cualquier cosa, por muy increíble que te parezca, puede convertirse en tu meta a seguir y si miras bien en toda desgracia puedes encontrar donde agarrarte y seguir adelante.

Este fue mi caso, muté por completo todas mis expectativas, creencias e incluso costumbres, para adaptarme a la situación, y la meta que hace algunos años me hubiese parecido insólita o inadecuada, ahora es mi meta y mi mal opresor es mi férrea voluntad que me hace seguir remando en este oscuro y tempestuoso tránsito hacia el sol.

Ah mi sol, no es de oro si no de purpurina flotando en un mar de aceite, a veces se esconde y me asusto, pero me agarro a los remos y empujo el agua con toda la fuerza que soy capaz, se que llegare, pues mi barca es pequeña y dura como el diamante.

Hubo un tiempo donde las truchas me convencieron de adorar a un sol diferente, era de oro líquido, pero como cualquier metal, era frío, este sol también era tan bueno como el mio, hasta descubrí la trampa.
Las truchas planeaban aprovecharse de los rayos que, mientras tenia el sol en mi barca, bañasen el lago e hiciesen resplandecer sus escamas.

Las truchas se confiaron, pensaron que yo atraería a aquel sol sin pensármelo.

Jamás te fíes de los peces, son traicioneros y cambiantes como las corrientes.

Entonces decidí dejar de remar, gran error por mi parte, debía de haber seguido remando, hacia otro sol diferente, las truchas se enfadaron, agitaron el agua e intentaron que volcase, el agua, agitada, provocó las tormentas, casi era imposible remar, pensé en lanzarme a la mar y ser devorada por las truchas.

Y una noche lo vi.

Mi sol, la purpurina centelleaba y flotaba graciosamente en aquella burbuja hecha con aceite, y, entonces, todo se esclareció, no la tormenta ni las truchas, ellas seguían en su frustración, si no mi ser, mi sol me inspiro, era tan sencillo...y no me había dado cuenta hasta entonces, cuan torpe era..

Lo único que tenía que hacer era cerrar los ojos e imaginarme que todo mi dolor era una pelota de luz blanca que centelleaba por mi cuerpo, entonces dividí esa pelota en dos y la lleve a ambas manos.
¡Aquello era maravilloso! Podía mover los remos a pesar de la tormenta, maravillada, seguí guardándome toda aquella tempestad y canalizándola hasta los remos.

Reme, reme, reme...hoy casi puedo tocar a mi sol, me sonrie y me guiña, sabe que estoy deseando de llegar.

Doy gracias a las truchas por ser tan estúpidas y hacerme cambiar de parecer, cambiando así de un sol dorado y frío a uno centelleante y cálido.
De verdad, gracias, seguid danzando que yo seguiré remando.

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